La mayoría de los chicos de la ciudad saben que deben mantenerse alejados de Fabrice y que nunca deben pasar por delante de su casa ocupada por la noche, a menos que quieran ser follados. ¿Quizá eso es lo que esperaba César cuando pasó por delante del viejo edificio? Lo agarraron y lo empujaron dentro, su culo pronto para que Fabrice haga uso total de él. A este pervertido le encanta que los chicos luchen, pero una vez que el pequeño César ha probado esa gran carne sin cortar, está más abierto a la idea de que le destrocen el culo. No es que tenga otra opción, el collar lo mantiene controlado y no puede escapar cuando Fabrice empieza a comerle el agujero, y luego le mete un enorme consolador en su apretado y húmedo hocico. Es sólo un calentamiento, a Fabrice le gustan los chicos apretados, pero quiere ser capaz de meter su polla cruda hasta el fondo y poderosamente. Toca al chico con el grueso juguete antes de apuntar con su carne, incapaz de resistirse por más tiempo. Podría gritar, pero nadie le oiría, al menos nadie que quisiera interrumpir y dejarse follar el culo también. César aguanta los golpes, su propia polla no puede dejar de salpicar semen mientras se masturba y recibe una gran cantidad de jugo varonil por todo y dentro de su agujero.